(Especial para Infolatam).- Aunque consiguió un fuerte caudal de votos, la abanderada de la Nueva Mayoría quedó por debajo del 50% que exige la constitución chilena. Ahora deberá competir en segunda vuelta con Evelyn Matthei, la candidata de derecha que se sobrepuso a las peores pesadillas del sector.
Tal como estaba previsto, la votación de Michelle Bachelet en la elección de ayer fue muy contundente. Pero no al extremo de eximirla de la segunda vuelta. La constitución chilena, que en esto carga con el trauma de haber hecho jefe de Estado a Salvador Allendecon solo un tercio de los votos, exige para ser Presidente el 50% de los votos más uno. Y a Bachelet le faltaron más de cuatro puntos porcentuales para cumplir el estándar.
Le faltó poco, claro. Pero, en función de las expectativas que existían, y que su propio comando contribuyó a inflar, le faltó mucho. Bachelet en algún momento había llegado a capturar el 60% de la intención de voto en diversos sondeos y en relación a eso varios de sus estrategas, luego de revisar las cifras, volvieron a casa con una disimulada sensación de desaliento.
No obstante que Bachelet compitió contra otros ocho candidatos, fueron solamente tres los que impidieron que se hiciera de la Presidencia ayer mismo. De esos tres, la más importante es Evelyn Matthei, la candidata de la Alianza, el bloque derechista que reivindicaba la proyección del actual gobierno y que según las encuestas venía en caída libre. Matthei logró un mejor desempeño del que se temía en su sector, pero el hecho de haber capturado sólo a uno de cada cuatro electores no justifica la autocomplacencia con que varios dirigentes de la derecha interpretaban anoche las cifras.
La cuestión de fondo es por qué no obstante haber hecho un buen gobierno con Sebastián Piñera en términos de crecimiento, empleo, consumo y poder adquisitivo de las remuneraciones, la derecha se contrajo políticamente en los últimos años. Algo ocurrió –o dejó de ocurrir- que tanto el gobierno como los partidos de la Alianza perdieron conexión con un segmento de la clase media que ayer o se quedó en la casa, o se sintió más interpretado por Bachelet o se matriculó resueltamente con el discurso populista de Franco Parisi.
Parisi, un profesor de economía que saltó a la arena política tras animar un programa de televisión que denunciaba abusos contra los consumidores, fue la mayor novedad en la elección de ayer y podría haber terminado con una votación muy superior a la que obtuvo si un escándalo de imposiciones impagas de profesores contratados por un sociedad suya no lo hubiera salpicado y herido. Así y todo, Parisi le arrebató muchos votos a la derecha y en algunas regiones igualó o superó a Matthei.
El otro candidato que puso lo suyo para el trabajo de dispersión de votos fue Marco Enríquez-Ominami, que ya había competido el 2009, que consiguió entonces el 20% de los votos y que ahora, claro, debió contentarse con mucho menos. Su problema fue que no es lo mismo competir contra Eduardo Frei que contra Bachelet. Esto lo obligó a izquierdizarse un poco más, a renunciar a planteamientos liberales que hizo la vez pasada y a definir una plataforma electoral que no tuvo ni la nitidez ni la novedad de hace cuatro años.
El anunciado huracán Bachelet tampoco se hizo sentir en la elección parlamentaria. Aparte de uno o dos cupos adicionales en el Senado, que no cambian mucho el escenario para los proyectos de cambios institucionales más sustantivos, el gobierno de Bachelet tendrá que negociar con el actual oficialismo para llevar a cabo algunas de las reformas que se propone emprender. Es este sentido, la elección de ayer no comportó grandes cambios y contradijo las percepciones que desde el año 2011, a raíz de las masivas protestas estudiantiles de entonces, vienen reconociendo en la sociedad chilena niveles intolerables de desafecto o descontento. Si esto fuera así, la composición del parlamento habría tenido cambios muy drásticos.
No cabe duda que Michelle Bachelet será la próxima presidenta. Pero, tras muchos cantos de sirena y no pocas manifestaciones de arrogancia política que al electorado le disgustan, los chilenos no quisieron hacérsela fácil. Tendrá que hacer algunas cosas que a ella no gustan: tendrá que competir en segunda vuelta, tendrá que debatir y confrontar su proyecto con el de Matthei, tendrá que comparecer sin tanto resguardo ante una ciudadanía que le está exigiendo cada vez más a los políticos. Incluso a ella, que aparte de confianza también genera en el Chile de hoy mucho cariño.
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