La Nación
Por LUIS MAJUL
Por LUIS MAJUL
(Extracto del artículo publicado por el diario La Nación)-. “La decisión del Gobierno de eximir del pago de ganancias a los salarios inferiores a los 15.000 pesos y reducir un 20% la carga a los que cobran entre 15.000 y 25.000 pesos es una muy buena noticia, por varias razones. En primer lugar, muestra que la Presidenta no se quiere suicidar. Que es terca, prepotente, que le costó asimilar el impacto de la derrota, pero que no desea terminar su carrera política como Carlos Menem o Fernando de la Rúa…
Parece todavía temprano para darlo por hecho. Se supone que poner algo de dinero en el bolsillo de más de 1.600.000 personas, entre trabajadores y jubilados, a partir del 1° de septiembre, es una muestra de sentido común. También se podría decir que mantenerlo, a pesar de la inflación, era una inmoralidad. Sergio Massa y Hugo Moyano podrán decir que no eran locos ni irresponsables. Sus técnicos agregarán que la medida no es suficiente, porque no incluye a los trabajadores de la cuarta categoría ni a los que no están registrados. Incluso podrán festejar el anuncio y adjudicarse parte del mérito. También Gerardo Morales podrá hacer la sofisticada lectura de que hay que seguir votando contra Cristina Fernández, porque así el Gobierno terminará abrazando las medidas que reclama la oposición.
Sin embargo, a pesar de todo, Cristina lo hizo. Y esto muestra que todavía mantiene cierto contacto con la realidad, después de haberse peleado y haber perdido contra ella. La lectura más fina de la medida evidencia que, en el fondo, la naturaleza de la decisión es más de lo mismo. La baja del mínimo no imponible no debería haberse decidido a través de un decreto, sino de una ley del Congreso. Es decir: un instrumento más democrático que no transforme a la Presidenta en Papá Noel cada seis meses, gracias a los acuerdos de paritarias y la inflación. Cobrar un impuesto del 10% a los dividendos de las empresas después de pagar ganancias es una medida de muy difícil aplicación. Los tributaristas más serios sostienen que se trata de una doble imposición y descuentan una catarata de juicios contra el Estado. Como sea, la pregunta es si esta reacción de la jefa del Estado debe ser encuadrada en un abrupto cambio de actitud o debe ser tomada como una jugada desesperada antes de ser tapada de votos en octubre…
El que parece ganar terreno con este nuevo escenario político es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Nadie sabe, a ciencia cierta, si la jefa del Estado, al final, le dio la bendición y lo transformó, a pesar de todo, en su posible heredero. Lo que resulta claro es que, a partir de la paliza electoral, Scioli se ha convertido en el virtual jefe de campaña del Frente para la Victoria. Sus hombres sostienen que, de a poco, el eslogan, la gráfica y las consignas para la campaña de agosto se irán modificando por otras en las que ya trabaja otro equipo de profesionales pensando en octubre…”.
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