Por Alberto Etchegaray, ex superintendente de Valores y Seguros
El final ya lo conocemos: los accionistas de Enersis aprobaron un
aumento de capital por US$ 5.986 millones, el mayor realizado por una
compañía chilena a la fecha. Una buena noticia para el mercado chileno,
pero que, como sabemos, no estuvo exenta de polémica.
Desde que se hizo pública la operación existió inquietud en el
mercado. Sus alcances no eran del todo claros. Mientras el precio de la
acción de Enersis caía hasta un 16% en los días siguientes a que se
hiciera pública la propuesta, la acción de la italiana ENEL
-controladora de Endesa España- subía sobre un 10%. La mano invisible
hablaba con claridad respecto de cómo el mercado enjuiciaba la
operación.
El directorio entendió el mensaje y negoció con las AFP. Así, se
realizaron nuevas valorizaciones que redujeron el valor de los activos
aportados y se acordaron algunos compromisos: el holding será el único
vehículo de crecimiento en la región; se mantendrá indemne a Enersis
respecto de los daños que esta operación le pudieren producir dentro de
cinco años; y no se promoverá el pago de dividendos extraordinarios de
Enersis.
¿Qué consecuencia tendrá este caso para los directores de empresas
chilenas? El mercado -AFP, inversionistas, retail, fondos
internacionales, reguladores, opinión pública- está demandando mayor
involucramiento y diligencia de los directores respecto de su función de
supervisión. Es cierto que su rol es aún algo etéreo en cuanto su
mandato legal es actuar con el cuidado que “un hombre emplearía
ordinariamente en sus propios negocios”. Por eso es un avance la
dictación del nuevo Reglamento de Sociedades Anónimas y la nueva Norma
de Gobierno Corporativo de la SVS, pues entregan más luces acerca del
desempeño esperado.
Las nuevas exigencias no sólo corren para las empresas que hacen
oferta pública de acciones. Como decía un CEO chileno de una
trasnacional de alimentos, “ya no hay empresas que no sean públicas”,
haciendo referencia al atento escrutinio de la opinión pública a toda
compañía relevante.
Pero nada es gratis. Los directorios deben supervisar sin olvidar que
su foco principal debe estar siempre en cómo generar valor de largo
plazo a los accionistas. El excesivo énfasis en la supervisión puede
terminar produciendo dos efectos indeseados. El primero: el de
directores “sobreinvolucrados”, quienes en su ánimo de control suplantan
las tareas que le corresponden a la administración. Y el segundo, el de
los directorios “sobreasegurados”, quienes frente al temor de la
responsabilidad por algún error tienden a tomar menos riesgo que el
óptimo para una compañía. Por eso, como nunca antes, el 2013 será un año
difícil para ser director en Chile.
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