Por Jonathan Soble y Robin Kwong
No hace mucho, el producto surcoreano más comentado en Japón eran sus telenovelas.
Los actores surcoreanos que pasaban por Tokio eran seguidos por fanáticos nipones, de los cuales sólo una fracción poseía un auto surcoreano o veía sus series en un televisor hecho en Corea del Sur.
Casi 95% de los vehículos y 70% de la electrónica vendida en Japón es hecha por empresas locales. Pero esa dinámica mostró signos de cambiar el mes pasado, con el lanzamiento en Japón del smartphone Galaxy, de Samsung.
En su primera semana, el aparato, parecido al iPhone, superó en ventas a los teléfonos japoneses y al popular dispositivo de Apple. Las tiendas en Tokio se quedaron sin inventario y los diarios nipones se preguntaron qué lecciones podrían sacar los alicaídos grupos tecnológicos de Japón de sus rivales asiáticos.
Para muchos ejecutivos japoneses, el éxito del Galaxy es la última evidencia de que Japón está perdiendo su alguna vez envidiado dinamismo industrial. “Los asalariados surcoreanos de hoy son los asalariados de Japón hace 20 años” dice Teruo Asada, director ejecutivo del grupo comercial Marubeni. En Toyota, un alto ejecutivo confidencia: “Hyundai se ha convertido en nuestro referente competitivo”.
Las firmas japonesas han perdido terreno en otros mercados. En la última década, los grupos de tecnología del país han perdido casi un tercio de su participación de mercado ante rivales taiwaneses y surcoreanos, según un estudio de CLSA.
Muchas causas de este giro están fuera del control de las empresas de Japón. Los fabricantes surcoreanos y taiwaneses han ganado sofisticación del modo en que los gripos nipones lo hicieron entre los ‘60 y los ‘80. Al mismo tiempo, el yen ha subido respecto del won surcoreano y el dólar taiwanés, haciendo menos competitivas las exportaciones de Japón y recortando el valor en el exterior de las ganancias empresariales en los balances en yenes.
Pero, también hay errores de gestión. Los analistas dicen que grandes marcas niponas como Sony, Sharp y Panasonic han sido más lentas para innovar y sacar ventaja de los cambios en la demanda de los consumidores que sus rivales en Asia emergente.
Las empresas han respondido a la mayor competencia en varias formas. Sobre todo, para bajar costos y minimizar su desventaja cambiaria, están trasladando la manufactura a Taiwán y el sudeste de Asia. Además, lentamente, están trasladando el énfasis a áreas donde aún tienen ventajas competitivas, como cloud
computing, redes inteligentes, baterías para vehículos eléctricos y empresas de infraestructura, como energía nuclear.
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