2014/10/09

La economía real y el sistema financiero

hucha-calculadora.jpg - 225x250Los datos de coyuntura indican que no vamos a peor comparándonos con el entorno europeo, aunque el comportamiento es menos expansivo que en el segundo trimestre. Desde una perspectiva de medio y largo plazo, la respuesta a la pregunta de hacia dónde va la economía española causa cierta desazón.

Sobre todo si se contempla la evolución reciente de la financiación de la economía al sector privado en términos reales (-5,6% en agosto, ver boletín de Análisis Coyuntural de Octubre del Ministerio de Economía y Hacienda), que está rompiendo una tendencia de mejora en los últimos trimestres pese a la agresiva política monetaria del BCE, que no parece transmitirse a la economía real. Hay factores coyunturales (posible actitud más selectiva de la banca para la concesión de créditos ante los test de estrés) pero otros, como la situación económica de la eurozona, no lo son.

En todo caso parece evidente el relevante papel que tiene el sistema financiero para el logro de mayores ritmos de crecimiento. Tanto por su poder de selección de los demandantes de recursos como por el propio volumen de los mismos para canalizarlos hacia la inversión productiva.

A veces este papel decisor ha significado una asignación del crédito no precisamente eficiente. Un ejemplo reciente es la expansión de la burbuja inmobiliaria. En el momento del pinchazo, el 60 por ciento del crédito privado estaba ligado a este sector (Funcas). Una abrumadora mayoría de economistas, incluidos premios Nobel, culpan a este proceso de "financiarización" de la economía de la actual situación.

Tres grandes problemas

En la economía real de España, existen tres problemas interrelacionados desde hace décadas: el desempleo, la inflación y el desequilibrio exterior. Con frecuencia, para reducir estos desequilibrios se adoptan medidas cortoplacistas con consecuencias negativas a largo plazo. Por ejemplo, reducir considerablemente los salarios puede disminuir la inflación y aumentar la competitividad, hasta que se reduce tanto el consumo que se desencadenan efectos perniciosos. Con poco dinero para consumir difícilmente aumentará el PIB, preparándose nuevas recaídas.

El origen del problema es que nuestra economía real no genera un excedente económico suficiente, sostenible y exportable para emplear a todos, y ello explica también la inflación y los déficits. Solo durante los 60, con crecimientos del 8 por ciento, alcanzábamos tasas de paro realmente reducidas.

Algunos economistas consideran que, de los tres desequilibrios, se están reduciendo dos. En lugar de inflación tenemos deflación (miembros del Gobierno han llegado a considerarla "saludable" al ser moderada), y, aunque con altibajos (las exportaciones han disminuido en 5,7 puntos su crecimiento interanual en el segundo trimestre), globalmente ha mejorado la situación frente al exterior. Tendríamos, por tanto, bases sólidas para acelerar una recuperación que solucione el desempleo, que es el desequilibrio menos coyuntural.

Claro que, cuando al primer ministro italiano Renzi se le recomendó que siguiera el modelo español, ironizó con sonrisa mientras señalaba que duplicábamos la tasa de paro italiana.

Lo grave es que llevamos seis años de crisis y alto desempleo coexistiendo con esporádicos éxitos en el control de la inflación y del desequilibrio exterior. Sin expectativas de mejora sustancial a medio plazo mientras no exista un plan y compromiso de largo alcance (hay varios ejemplos en los países europeos, ver la Agenda 2010 alemana de 2003 o el Plan Gallois de Francia). Se confía de nuevo en una pronta reactivación de la construcción, el consumo y la demanda exterior por una mejora coyuntural del entorno, algo que organismos de predicción solventes ya descartan.

Lo único que, de nuevo, cabría decir es que es preciso generar un excedente económico suficiente, a través del ahorro, para afrontar el problema del paro. Puede ser cuestión de décadas, porque, desgraciadamente, hay que recuperar el tiempo perdido.
El sistema financiero puede y debe acelerar este proceso. Las nuevas teorías del crecimiento endógeno le asignan un papel muy considerable en el crecimiento Es imprescindible replantearlo para facilitar el trasvase de recursos hacia la inversión productiva, en un entorno de bajísimos tipos. La banca puede marcar las rutas del crecimiento a través de la asignación que realiza del crédito (recordemos la expansión de la burbuja inmobiliaria). Ahora que el BCE materializará medidas monetarias expansivas, es buen momento. Están destinadas a impulsar la economía real, y es absolutamente obligatorio vigilar que así sea.

Juan Rubio Martín, profesor y doctor en Economía de la Universidad Complutense.


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