En estos días de recuerdos, le pedimos a cinco personalidades que nos contaran cómo vivieron el 11 de septiembre del 73. Roberto Ampuero, David Gallagher, Carlos Cardoen, Bororo y Jorge Awad vuelven atrás la mirada, a esos tiempos de armas y humaredas. Las imágenes siguen intactas. Las reflexiones han ido variando con el correr de los años.
Roberto Ampuero
Escritor y ministro de Cultura
“Me acuerdo perfectamente de ese día. Yo vivía en Luis Carrera con Vitacura. Estudiaba Antropología Social por la mañana, y por la tarde Literatura Latinoamericana. Era miembro de las Juventudes Comunistas y andaba en un Austin Mini Cooper café, que era una tremenda contradicción, ¿no? El 11 de septiembre salí de Luis Carrera y en la radio escuché: ‘Llueve en Santiago intensamente’, pero había un sol tremendo afuera. Eso era una señal, empieza el rumor de que hay un golpe de Estado en marcha. Como buen joven comunista, me fui al Pedagógico, porque había que estar en el lugar de estudio, en el lugar de trabajo. Recuerdo que detrás del edificio del centro de alumnos, que era controlado en ese momento por la ‘Jota’, había una gran fogata y entonces estaban mis camaradas quemando archivos del partido, y me piden el carnet para quemarlo. Eran las 11 de la mañana. La cosa se fue poniendo seria, aparecieron los primeros soldados como tomando posiciones. No había ningún dirigente importante. Los que estábamos ahí éramos todos tropa, infantería. Eso es lo que guardo como una gran lección para toda mi vida. En el momento de los ‘qui’hubo’, los líderes desaparecen.
En cierto momento alguien dice: ‘M iren, ya es hora de replegarse porque esta cosa se ve muy mal’. Junto a otro compañero estábamos retirando los últimos carteles y papeles de las Juventudes Comunistas, y vimos que los militares ya estaban cerrando la calle con una cadena humana y muy armados. ‘Por atrás del Pedagógico se puede salir’, aconseja un estudiante. Salté un muro, caí en una casa privada y de ahí salí a la calle y encontré mi auto. Me fui a Vaticano con Alcántara, donde vivía mi polola… muy cerca de la Embajada de Finlandia. Esta niña era de la ‘Jota’ también y los papás eran comunistas, pero ‘comunistas de caviar’. Nos subimos a un techo y vimos a lo lejos el humo del bombardeo de La Moneda. Esa noche, con toque de queda, me quedé a dormir en esa casa, adonde tiempo después llegaron otras personas a ocultarse. Como estaba cerca de la Embajada de Finlandia, la idea era que la gente saltara, y no era tan fácil. Había un jardín de por medio. Entonces, el Mini a mí me servía para llevar gente, porque era un carro que no llamaba la atención a los soldados.
¿Era inevitable el golpe? Pienso que en algún momento –hoy lo veo así– iba a llegar un instante de definición en que alguien en el país iba a tomar el poder, porque ese país, así, no podía seguir. El que estuviera mejor preparado, más organizado, iba a tomar el poder. La clase política de la época no fue capaz de encontrar soluciones basadas en la negociación, en la conciliación, en la renuncia a sus posiciones más radicales para encontrarse en un centro donde pudieran confluir y generar mayorías que establecieran un acuerdo: ‘a partir de aquí rearmemos o recuperemos lo que era Chile’. Y yo creo que en ese marco, iba a haber una toma de poder por parte de una izquierda armada que a lo mejor nunca existió, o un golpe militar como el que finalmente sucedió. Fue un fracaso de la clase política para buscar soluciones consensuadas y eso es lo que crea las condiciones para que alguien armado, organizado, disciplinado, tome el poder. Eso es lo que pasó. Y es una lección que no podemos olvidar”. •••
Bororo
Pintor
“Tenía 19 años para el golpe, estaba estudiando Bellas Artes en la Universidad de Chile. Eran tiempos de mucha efervescencia política, pero yo, la verdad, no pescaba nada. Nunca he sido muy político. Quizás la política que puede existir en mí, hasta el día de hoy, es cuando pinto. En ese tiempo, además, no pertenecía a ningún partido.
Cuando fue el golpe, no lo sentí mucho. Estaba en mi casa en Macul, donde vivía con mis papás y una de mis hermanas. Todavía no partía a la Escuela, porque tenía ramos más tarde. Estaba medio dormido, cuando escucho la radio y me enteré de lo que estaba pasando. De primera impresión no lo podía creer, pensaba que era un chiste, le di poca trascendencia… era tan volado en ese tiempo. No era preocupado de temas sociales, estudiaba arte, era un alumno más o menos regular, y baterista. Vivía escuchando a Los Beatles y Jimi Hendrix. Esa onda.
Lo primero que pensé cuando escuché lo del golpe, fue “van a haber cigarros”, porque había escasez. Pero después empecé a aterrizar. Casi todos mis amigos eran del MIR y comenzaron a llamarme. A las 12 del día, uno de ellos, Alberto Cuadros, llegó hasta mi casa a pedir protección. Había estado en La Moneda a la hora del golpe, le pasaron un fusil y le dijeron ‘Patria o Muerte compañero’. Él se dio cuenta de que tenía que apechugar. Al final, el MIR se retiró de La Moneda y empezó a esconderse. Y él llegó hasta mi casa.
Ahí maduré como persona. El golpe me sirvió para tomar conciencia de las cosas, porque era un tipo muy volátil, andaba en la luna.
No fui a la universidad. Recibí a mi amigo y lo escondí. Él era un actor muy divertido y lo tomamos medio en chiste, pero yo sabía que él estaba muy metido y que lo iban a agarrar. De hecho, lo agarraron después y estuvo como tres años adentro. Él se salvó de ser torturado, pero otros amigos no. Y entonces le tomé fobia a los militares y tomé conciencia de lo que habían hecho, que habían derrocado a un gobierno y que estaban matando gente. El golpe me hizo madurar de una patada.
Mi amigo llegó como las 12 del día, porque necesitaba un lugar donde esconderse.
Mi amigo llegó como las 12 del día, porque necesitaba un lugar donde esconderse.
Mi papá era un actor cómico, trabajaba en el Bim Bam Bum y el Picaresque, y eran súper amigos ellos también. Mis padres no eran políticos, pero no estuvieron de acuerdo cuando asumió Pinochet. Lo encontraban un asesino. Yo también.
Mi mamá votó por Allende y mi papá por Alessandri sin ser momio, pero porque lo conocía.
Mi mamá votó por Allende y mi papá por Alessandri sin ser momio, pero porque lo conocía.
Ese día, en mi casa no hubo mucho alboroto, pero sí un poco de preocupación. Tenía unos vecinos que eran del PC y les fui a avisar, porque otro vecino, que era un momio fanático, estaba denunciando a todos los comunistas de la calle. Salió la señora de la casa y me dijo ‘Gracias, Bororo, pero no te preocupes que no pasa nada’. Me dejó tranquilo. Pero después supe que no, que adentro de su casa estaban en una reunión y había como 40 personas, entonces cuando fui a avisar se arrancaron por los techos de las casas. Tiempo después, la señora fue a agradecerme y me dijo que había salvado 40 vidas. Increíble”. •••
David Gallagher
Empresario, intelectual
“Estaba en Oxford. Era profesor de literatura latinoamericana, y miembro de St Antony’s, el college en que funcionaba el Centro de Estudios Latinoamericanos. Me habían invitado a almorzar unos amigos colombianos que hacían su doctorado allí, y que vivían a unos pasos de mi oficina en Winchester Road. Al llegar donde ellos, me recibieron en un estado de gran agitación. Algo tremendo estaba ocurriendo en Valparaíso, me exclamaban. Pero se sabía poco, porque en ese momento eran en Chile sólo las siete de la mañana. Gracias a que teníamos amigos periodistas en Londres, fuimos sabiendo más y más durante el almuerzo, hasta saber que se estaba dando en Chile un golpe militar de proporciones devastadoras.
En el Oxford de esa época el paradigma predominante era, diría yo, primordialmente social demócrata. Por eso había pocos entre mis colegas o estudiantes que admiraban el gobierno de la UP. Lo veían como demagógico, populista. Pero suponían –quién sabe con cuánta ingenuidad– que Allende era un demócrata, y que había que derrotarlo en las urnas. Nunca con un golpe militar.
Para entender su reacción, cabe saber que todo Oxford había protestado contra los coroneles griegos cuando tomaron el poder en 1967, por la profunda tradición de estudios clásicos que había en la universidad, y porque Grecia era la cuna de la democracia occidental. Bueno, los cuentos y las imágenes que emanaron de Chile esas primeras semanas se parecían mucho a los de Grecia. Gente amontonada, manos en alto en un estadio. Quema de libros. Los anteojos negros de Pinochet y de Leigh, iguales a los de los coroneles griegos. Algunas metáforas, como la del cáncer marxista que había que extirpar. Era como si en Chile querían desencadenar justo los reflejos que ya habían sido condicionados por los griegos; y con La Moneda en llamas, bombardeada nada menos que por aviones Hawker fabricados en Gran Bretaña, no había cabida para la discusión. Lo de Chile era una catástrofe, una tragedia como la griega.
Para entender su reacción, cabe saber que todo Oxford había protestado contra los coroneles griegos cuando tomaron el poder en 1967, por la profunda tradición de estudios clásicos que había en la universidad, y porque Grecia era la cuna de la democracia occidental. Bueno, los cuentos y las imágenes que emanaron de Chile esas primeras semanas se parecían mucho a los de Grecia. Gente amontonada, manos en alto en un estadio. Quema de libros. Los anteojos negros de Pinochet y de Leigh, iguales a los de los coroneles griegos. Algunas metáforas, como la del cáncer marxista que había que extirpar. Era como si en Chile querían desencadenar justo los reflejos que ya habían sido condicionados por los griegos; y con La Moneda en llamas, bombardeada nada menos que por aviones Hawker fabricados en Gran Bretaña, no había cabida para la discusión. Lo de Chile era una catástrofe, una tragedia como la griega.
Pasaron muchos años antes de que alguien en Oxford se animara a ver el golpe con algún matiz, porque las noticias de fusilamientos, desapariciones y torturas ahogaban las de las buenas reformas económicas; y ante cada esfuerzo que hacía algún diplomático chileno por defender el régimen militar, había cientos de exiliados, muchos de alto vuelo intelectual y muy bien conectados, con datos y argumentos que lo desmentían.
Yo volví a Chile en 1980. Recién allí empecé a entender la extraordinaria labor que habían desempeñado los economistas del gobierno de Pinochet, lo mucho que habían hecho por el país. Hoy, eso ya lo entienden en muchos círculos internacionales. Pero eso no significa que los abusos a los derechos humanos de esa época no sigan produciendo escándalo, lo que se reflejará en la avalancha de periodistas que llegarán al país en estos días. Eso es, en parte, un reflejo de la alta estima que goza Chile en el mundo, que hace que la gente nos mida con una vara muy alta”. •••
Carlos Cardoen
Empresario
“Yo trabajaba para una empresa norteamericana que producía explosivos para la minería. Representaba a la firma en America Latina. Ese día me encontraba en la oficina del presidente de la empresa, Melvin Cook, un famoso químico, en Salt Lake City. Cook quería cerrar la representación en Chile, donde yo estaba, por todo el caos que había, y quería que me fuera a México y allí abriera una oficina. Yo estaba en desacuerdo y le peleé bastante la idea, no quería trasladarme. Justo en ese momento entra un asistente y nos cuenta: ‘Acaban de informar en las noticias que hubo un golpe de Estado en Chile. Allende se suicidó y los militares controlan el país’. Dicho esto, Cook comenta: ‘Resulta intrascendente que sigamos la discusión ¡Vuelva a Chile a ver su familia!’. Era muy complicado el asunto de los vuelos y recién el 20 pude volver desde Ezeiza, Buenos Aires.
Recuerdo que bajé del avión y se escuchaban disparos, metralletas y pensé ‘uf, está la escoba’. Estaba ansioso por ver a mi mujer y a mis hijos, pero no había taxi ni nada. Tuve que hacer dedo y alguien gentilmente me llevó a mi casa, en Vespucio con Apoquindo. La visión era muy deprimente, muchos sonidos de bala, mucho temor. Yo no soy político, he sido independiente toda mi vida, porque pienso que quien milita se limita. En principio me pareció que el golpe era algo positivo para el país. Las cosas no podían seguir como estaban, tenía que haber un cambio, alguien tenía que resolver los problemas con mano firme. Después supe de los excesos que se cometieron, que considero inaceptables, pero en ese momento la situación en Chile no daba para más. Con el 11 de septiembre se produjo un orden y buena parte del Chile de hoy está basado en ese orden, en lo que hicieron los militares. Fue de dulce y de agraz.
Pero los excesos no tienen justificación. Yo mismo sufrí la violencia innecesaria. Tenía un amigo al que acusaban falsamente de tener una escuela de guerrilla, y lo llamaron a presentarse a un regimiento en Temuco. Pensamos que el asunto podía resolverse y que se demostraría su inocencia. Lo acompañé. Casi me detienen y por poco me matan. A mi amigo, posteriormente lo acribillaron con siete balas por la espalda. Por eso digo que conocí tempranamente los excesos”. •••
Jorge Awad
Empresario y presidente de la Asociación de Bancos
“En esa época, yo era vicerrector económico de la Universidad Católica. Recuerdo que a las 4 de la mañana de ese día, los vigilantes de la universidad me llamaron a la casa para decirme que una patrulla militar había tomado el control de Canal 13, que en ese entonces tenía sus dependencias en la Casa Central de la universidad.
De inmediato llamé al entonces rector subrogante de la Universidad Católica, Alfredo Etcheberry, y me dijo que fuéramos a la universidad. Eran como las cinco de la mañana, a esa hora todavía no había control en las calles, porque una de las primeras cosas que intervinieron fueron los medios de comunicación, que ese día pasaron a ser manejados por las fuerzas militares. Me acuerdo, justamente, que lo que me llamó la atención fue la velocidad con que se tomó control de Canal 13, a eso de las 3 de la mañana.
Antes de ese día había un cúmulo de rumores a diario, pero no era otra cosa. Cuando llamaron, pensé ‘han estallado los problemas que se venían conversando’, pero no creí que iba a ser de tal magnitud. Llegamos a la universidad y empezamos a oír los efectos de los ataques a La Moneda. Había francotiradores en la Alameda, en lo que eran los edificios San Borja, por donde vivía el director de investigaciones, Coco Paredes, a quien le estaban allanando su casa.
Durante toda la mañana me tocó oír una balacera intensa, mientras en la sala del consejo superior de la universidad estábamos reunidas las autoridades de ese momento.
Escuchábamos los bandos en las radios y el ruido de los tiroteos. Fue una jornada muy incierta, porque, además, hubo gente que pertenecía a la universidad que ya no pudo llegar, y después no sabíamos dónde estaban.
Ese día dejamos la universidad con el primer toque de queda, a las 4 de la tarde, pero nos fuimos con una incertidumbre absoluta de lo que iba a pasar. Después, en los próximos días se produjo la intervención de la universidad, con la designación del vicealmirante Jorge Swett como nuevo rector. Fui el único vicerrector que se mantuvo en el cargo, estuve ahí cerca de un año más.
Ese 11 de septiembre me marcó. Nunca había visto una transformación de la estructura política de Chile en ese extremo. Mirando atrás uno se da cuenta, una vez más, de que hay que cuidar la democracia, porque no es un producto natural”. •••
Ese 11 de septiembre me marcó. Nunca había visto una transformación de la estructura política de Chile en ese extremo. Mirando atrás uno se da cuenta, una vez más, de que hay que cuidar la democracia, porque no es un producto natural”. •••
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