En Tío Pepe, una de las cantinas más antiguas de Ciudad de México, el rojo, blanco y verde de la bandera mexicana descansan hace días sobre el bar, en vísperas del 200º aniversario de la Independencia del país.
Pero este año, el ánimo no es para nada festivo. "¿Para qué?," preguntó Aureliano Martínez, que hace 50 años que sirve tequila y tacos en Tío Pepe. "No hay nada que celebrar". Los mediodías de días laborales entran tan pocos clientes que el mozo se quedó dormido en un rincón.
Mientras toman ritmo las celebraciones en América latina, muchos países están descubriendo que hay bastante para festejar. La democracia reemplazó las dictaduras militares de los "70 y los gobiernos son cada vez más transparentes y responsables ante sus pueblos. La mayor parte de la región parece ignorar los ciclos de auges y caídas económicas que tanto marcaron el período pos-independencia.
Pero México no está de ánimo. Cansado de la sangrienta guerra contra los carteles de la droga que ha cobrado 28.000 vidas desde 2006, la segunda economía latinoamericana apenas se levanta de la recesión de 2009.
En el ámbito internacional, su tradicional función de voz más audible de la región en el escenario global estos últimos años fue reemplazada por Brasil.
Uno de los proyectos centrales de las festividades, un parque del bicentenario, no estará listo a tiempo para el Día de la Independencia que se celebrará este jueves. Peor aún, la construcción del monumento de 104 metros "Estela de Luz", el segundo proyecto público grande, estará terminada recién en 2011. En todo México, la amenaza de mayor violencia ligada a las drogas obligó a municipalidades y gobiernos de los estados a cancelar las celebraciones.
Hoy muchos mexicanos que se sienten desilusionados hasta con la democracia: según una encuesta elaborada el año pasado por la consultora chilena Latinobarómetro, sólo 42% de la población aseguró que prefería la democracia a cualquier otro sistema político; la cifra más baja en América latina.
En otra señal de derrota, un sondeo de opinión publicado la semana pasada en el diario Reforma señala que la mayor parte de la población de Ciudad de México preferiría que el presupuesto que el gobierno destinó a las celebraciones fuera volcado a necesidades básicas, como salud y educación. El gasto para los festejos ronda los US$ 230 millones a US$ 240 millones, según el ministro de Educación.
El índice de competitividad del Foro Económico Mundial de este año, que en parte se basa en las opiniones de los ejecutivos de empresas locales, ubicó a México en el lugar 66º, detrás de Jordania y adelante de Rumania. En 1999, se ubicó en el puesto 34º.
Decidido a salvar algo de este momento histórico, el gobierno federal sigue adelante. Esta noche en la capital se espera congregar a un millón de personas en el Zócalo —la plaza principal de la ciudad— y sus alrededores. Se cerrarán cerca de tres kilómetros de avenida, y habrá grandes recitales de bandas importantes a lo largo del camino.
En años anteriores, las celebraciones eran un lucrativo negocio para los vendedores ambulantes que ofrecían banderas mexicanas, trompetas de la independencia, sombreros y otra parafernalia.
Pero este año, Enriqueta Hernández está pasando un mal momento: sólo vendió una bandera de 25 pesos de las diez que pretendía vender. Sentada en el parque Alameda, Enriqueta sacudió su cabeza y dijo: "simplemente no hay clima".
DiarioFinanciero.com
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