Existe una masa experta en labores que ya no existen por lo que se deben capacitar en nuevas áreas.
Pasar a una economía del conocimiento y fortalecer el capital humano son claves para un repunte de fondo.
Los expertos y los políticos parecen usarlo como muletilla, pero para miles de personas en la Región del Bío Bío es una dura realidad. Cada fin de mes, cuando el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) da a conocer las cifras de desocupación, sorprende ver las caras alegres de los personeros de Gobierno al exhibir una mejora en los indicadores, mientras los televidentes no entienden por qué para ellos aún no llega la reactivación y deben conformarse con una sopa y un pan al almuerzo, mientras sus esposas andan peleando en la plaza por más cupos proempleo.
Para ellos, las autoridades locales tienen la frase mágica: “desempleo estructural”, con la que responden ante una masa ignorante que poco sabe de terminología macroeconómica, repitiendo lo que escucharon del ministro y que leyeron en el diario sobre la cesantía que no cede en la zona.
Efectivamente, aciertan en el diagnóstico cuando afirman que el problema que mantiene a la Región con tasas de desocupación sobre los dos dígitos es el mentado desempleo estructural, entendiendo éste como aquel que se genera cuando las características de la oferta de trabajadores son distintas a las requeridas por el mercado, es decir, cuando tenemos una gran masa de personas con experiencia en la minería del carbón, en la operación de maquinaria textil, en procesamiento de harina de pescado, en fabricación de calzados o en aserrado de maderas, por nombrar los más comunes; y sin embargo, lo que requieren hoy las empresas es personal calificado en las áreas informática, de servicios financieros, elaboración de alimentos, manejo de maquinaria pesada, control de calidad y medioambiental, entre otras.
¿Qué pasó?. Pasó que la economía cambió, que algunas industrias dejaron de ser competitivas y murieron y otras modernizaron sus procesos y dejaron de necesitar cierto tipo de operarios.
De hecho, la recordada crisis asiática, que afectó brutalmente al país y a la Región del Bío Bío, puso de moda el concepto de “desempleo estructural”, porque desnudó nuestras falencias.
El economista de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Renato Segura, recuerda que “a un año de ocurrida la crisis, el desempleo a nivel regional se empinaba por sobre el 10%; a dos años de ocurrida la crisis, el desempleo se empinó al 11%. El empleo tardó diez años en recuperarse. A comienzos de 2008, cuando las cifras de empleo eran nuevamente alentadoras, la crisis financiera internacional generó un dramático ajuste del mercado laboral. En la actual coyuntura, con una economía regional que muestra síntomas concretos de recuperación, el desempleo bordea el 10-11%”.
Y esta problemática se hace mayor cuando al piso de desempleo estructural se suman otros desocupados que surgen por el ingreso de más personas al mercado laboral, como dueñas de casa, jóvenes sin calificación y cesantes ilustrados. Por eso las políticas públicas que combaten el desempleo siempre se estrellan, según Segura, con un “desempleo refractario”. A mayor oferta de programas de generación de empleo, disminuye la tasa de participación de la fuerza laboral y aumenta la tasa de desempleo, concluye el académico.
LAS PYMES Y EL AGRO
En nuestra economía de libre mercado, a esta crisis de los trabajadores se agrega la de las pequeñas y medianas empresas que no logran adaptar su respuesta a las crisis cíclicas del sistema, en la que sólo las grandes compañías pueden funcionar.
El factor tecnológico es un elemento a considerar. La fusión de las empresas y el constante progreso tecnológico hace que la mano de obra sea menos requerida en alta tecnología, desplazándose grandes masas hacia trabajos informales o de carácter precario.
Asimismo, un proceso comparable ha vivido el mundo agrícola, lo que se puede confirmar al revisar las tasas de desocupación en las provincias de Ñuble y Bío Bío. Por años, las cifras en las zonas agrícolas se mantenían en rangos normales y bajaban notablemente en período estival. Es lo que se llama empleo estacional y su opuesto: el desempleo estacional.
Sin embargo, también se han registrado cambios en los últimos años que nos permiten reconocer un desempleo estructural, pues la reconversión de tierras agrícolas a forestales, así como la incorporación de tecnología en algunos campos, ha generado una gran masa de mano de obra cesante, no calificada, que se está concentrando en Chillán, el Gran Concepción y Los Ángeles en busca de oportunidades.
Podría culparse al Gobierno de esta situación, como lo hace el diputado Juan Lobos (UDI), quien afirma que “la demostración de esta grave situación se expresa en el notable aumento del desempleo en la agricultura, que sólo en un año ha perdido 24 mil puestos de trabajo, llegando a niveles que no se habían visto nunca”.
De acuerdo al INE, en los últimos 12 meses la variación negativa ha llegado al 3,3%, “y esto se refleja en los niveles de desempleo de ciudades donde la actividad agropecuaria es relevante, como Los Ángeles y Chillán”.
Pero si bien no ha existido una preocupación prioritaria de parte del Ejecutivo por el mundo agrícola, es bastante reduccionista apuntar sólo los dardos a los gobiernos de la Concertación.
La causa es multifactorial, y como ya se mencionó, los incentivos a la explotación forestal, por ejemplo, que en sí son positivos, pueden tener un efecto pernicioso al fomentar la ocupación de tierras de uso agrícola y desplazar campesinos hacia las ciudades.
PROYECCIONES
Bajo las actuales condiciones de calidad del capital humano y manteniendo las actuales políticas públicas, el panorama no parece muy alentador. Es muy probable que las cifras de desempleo se sigan recuperando en los próximos meses, aunque algunos analistas vaticinan un invierno 2010 muy duro, sin embargo, hay coincidencia en que las tasas no volverán a los niveles precrisis y mucho menos a los niveles anteriores a los de la crisis asiática.
Para el economista de la Universidad de Concepción, Iván Araya, la reducción de la desocupación que prevalece, especialmente en nuestra región, debería tener otra lectura y ser tratado como un tema separado. “Podemos anticipar una reducción de la desocupación en aquellos sectores que son sensibles al ciclo económico (manufacturas, comercio, construcción) y que están liderando la recuperación económica”.
Sin embargo, Araya plantea que no debemos olvidar que una parte importante es una “desocupación dura” y de carácter estructural “que nos ha acompañado por muchos años y explica en parte por qué nuestra realidad laboral y los datos de cesantía son, en general, distintos y más altos en nuestra región que el resto del país, requiriendo de esfuerzos más permanentes y que su solución no va a depender de la recuperación del ciclo económico regional”. En otras palabras, el remedio que sirve para atacar el desempleo, no es efectivo cuando se trata de combatir el desempleo estructural.
RECONVERSIÓN HACIA LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
Para los que se asustan con fantasmas del recuerdo cuando se les menciona la palabra “reconversión”, hay una buena noticia: existe una reconversión que no consiste en capacitar a ex mineros en peluquería y repostería, sino que tiende a mirar nuevos ámbitos de desarrollo económico basados en la generación del conocimiento con el apoyo de las nuevas tecnologías, es la llamada “Economía del conocimiento”, que se logra con una masa crítica de investigadores, con centros de excelencia para la investigación y la innovación, con la participación activa del sector privado y con la generación de estímulos y apoyo financiero del Estado.
Para el economista Iván Araya, no es difícil imaginar en nuestra región “un sector forestal con altos niveles de innovación con la aplicación de la genómica forestal, un polo energético con fuentes renovables de energía como la eólica y bioenergía de segunda generación y otros sectores relacionados con la investigación, con una educación científica y tecnológica, y el sector servicios, incluyendo el ocio”.
Araya advierte que la economía del conocimiento es más que la aplicación de tecnología en los recursos naturales, ya que permite desarrollar sectores impensados.
Lo que hizo Cleveland, EE.UU., que pasó de ser una ciudad dedicada a la manufactura automotriz a un polo para la medicina de vanguardia, puede ser inspirador para quienes sueñan con una reconversión de la zona hacia un polo biotecnológico.
FORTALECIMIENTO DEL CAPITAL HUMANO
La inversión productiva y la calificación de la mano de obra local son elementos que ayudan a resolver de manera sostenida el problema del desempleo, según el economista Renato Segura. Para ser más certeros en la solución, debe existir claridad en cuanto a que un capital humano que responda a los requerimientos del mercado laboral no debiera tener problemas para insertarse en él. Ahora bien, la tarea no es simple si consideramos que ese capital humano está compuesto por un heterogéneo grupo. Un aspecto clave lo constituyen las pymes.
En opinión de Phillipe Gillier, CEO de Action Coach Chile, “para revertir de forma efectiva esta situación, el Estado debe hacer una inversión, que apunte a la capacitación continua de los dueños de pymes. Ésta es la herramienta que permitirá que la tasa de desempleo disminuya. La reeducación de estos empresarios les permitirá enfocarse de forma correcta en la dirección de su negocio, lo que redituará en mejores rendimientos y, a su vez, generará más empleos”. Asimismo, si nos vamos a embarcar en la economía de conocimiento, debemos tener presente que ésta se basa en la capacidad del capital humano. Tal como explica el economista Iván Araya, “el logro y productividad de ese insumo (el capital humano) va a depender de la formación técnica y científica que las instituciones sean capaces de proveer al más alto estándar. Eso también significa que los mejores alumnos y talentos que egresan de la enseñanza media no sólo tengan la oportunidad de estudiar en instituciones de alto nivel de exigencia, sino que también elijan estudios relacionados con la ciencia y tecnología”.
¿Qué rol deben cumplir el Estado, a través del Ministerio de Educación y del Sence? ¿Cuál es el papel de las universidades en esta misión? ¿Cómo se incorporará el sector privado a los cambios y qué importancia le dará a la capacitación de sus trabajadores? De la respuesta a estas preguntas dependerán los resultados y la notoria reducción del desempleo estructural.
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