Es uno de los hombres fuertes de la banca local. En sus casi 20 años a la cabeza del BCI, el tercer banco privado de la plaza, este empresario se ha transformado en toda una institución en el sistema financiero. No hay tema en el que no salga a defender los intereses de la industria en la que lleva ya más de 35 años. Aquí contamos su historia, sus preocupaciones y sus planes. Por Antonieta de la Fuente; foto, Verónica Ortíz.
En la casa de Lionel Olavarría, gerente general del BCI, hay una extensa biblioteca. Pe-ro a diferencia de lo que se podría pensar, no son libros de administración, economía e historia los que adornan las estanterías, sino clásicos de ciencia ficción. Vida en otros planetas, guerras cósmicas, naves espaciales y personajes mitológicos son parte de la secreta pasión de este ejecutivo, que reconoce que tiene una de las más completas colecciones de ciencia ficción en el país, que incluye libros de Ray Bradbury, Julio Verne, H.G. Wells y su favorito, Isaac Asimov, autor de la mejor de las obras según Olavarría: la saga Fundación.
Por eso no es de extrañar que en la gestión de BCI, en las decisiones y en la estrategia del banco que comanda este ingeniero civil industrial desde hace casi 20 años, haya habido siempre una mirada de futuro que intenta visualizar qué hay más allá y qué nuevos avances tecnológicos pueden favorecer al banco y a sus clientes.
“Lo bueno que tuvo para mí esto de estar ligado a la ciencia ficción es que pude desarrollar mi imaginación, pensar en mundos que no existen, que no son parte del presente, sino del futuro, tecnología del futuro, sociedades con reglas distintas a las que uno ve en la historia de la humanidad. Y eso te genera todo un esquema de pensamiento que me ha servido mucho”, revela.
Una manera de ser que, según sus colaboradores, ha plasmado en el banco que comanda a través de su obsesión por la innovación. Por algo BCI fue el primer banco que permitió realizar transacciones vía Internet y el primero en lanzar una plataforma que sólo opera de manera virtual: Tbanc.
“Me entretiene pensar cómo es el banco del futuro, cómo es la sucursal del futuro. Cómo es la tecnología que puede gustar a nuestros clientes. Por eso cuando comenzó Internet, fuimos el primer banco que partió con transacciones online, sin ninguna duda. Cuando recién apareció Internet yo tenía clarísimo que era el futuro”, recuerda.
El pasado
Olavarría lo recuerda nítidamente. Tenía cinco años y su padre, un profesor de la Universidad de Chile que acababa de volver de un viaje de un año como profesor invitado en Michigan, llegó con una serie de artefactos eléctricos que Lionel no había visto en su vida. Desde entonces, las tecnologías fueron su pasión. Por eso, estudiar ingeniería era lo que más lo acercaba a ese mundo.
Tras su paso por el Instituto Nacional y la Escuela Militar, se matriculó en la facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile. Entre sus compañeros estaban Javier Etcheberry y Hugh Rudnik.
Al terminar sus estudios entró a trabajar en una consultora. Pero no duraría mucho tiempo. Corría el año 72 cuando partió de vacaciones a Europa y allá estaba cuando le informan por carta que la empresa en la que trabajaba había dejado de existir. Ante ello decidió quedarse. Pero no fue una decisión fácil. Su polola se quedaba en Chile. Por eso, apenas consiguió un trabajo llamó a su novia y le pidió que se casaran.
El matrimonio se hizo a la distancia, todo a través de papeles, pero dio frutos: lleva casi 40 años casado y tiene ocho hijos: cuatro hombres y cuatro mujeres, entre los 35 y los 19 años.
El año 73 se matriculó en el MBA del IESE y fue esa decisión la que terminó marcando su futuro profesional. Por esos años, Luis Enrique Yarur, sobrino de Juan Yarur, dueño de BCI, también estudiaba en la universidad española. Se hicieron amigos y una vez que Luis Enrique volvió a Chile y fue nombrado gerente general, no dudó en llamar a Lionel Olavarría para que trabajara con él.
Olavarría llegó al Banco de Crédito e Inversiones en noviembre del año 81 como asesor de la presidencia y la gerencia general. Tras la muerte del Jorge Yarur Banna, en 1991, el mismo día que el banco terminó de pagar su deuda subordinada, su sobrino Luis Enrique Yarur, asumió el mando. Y luego de dos años, nombró a Lionel Olavarría como gerente general.
Desde ahí en adelante, la dupla, como se les conoce en la industria a Olavarría y Yarur, ha trabajado en conjunto para sacar el banco adelante. Una tarea que han cumplido con éxito: de tener el 5% del mercado, el banco tiene hoy cerca del 13% y su acción se ha multiplicado por 100.
“Siempre ha tenido una enorme claridad desde el punto de vista de tecnificar el banco; es decir, aplicar técnicas que permitan que la operación sea fluida y eficiente”, destaca Jorge Cauas, ex vicepresidente de BCI y quien conoce a Olavarría desde hace más de 20 años.
El presente
Acostumbrado a pasar de un tema a otro y a probar con diferentes pasatiempos, Lionel Olavarría está ahora cautivado por la antropología. Comenta que llegó ahí por la empresa, en la búsqueda de respuestas para poder entender por qué las personas se comportan en determinada forma. Todo, porque uno de sus desafíos actuales está enfocado en la experiencia que los clientes y los colaboradores tienen en su relación con el banco. “Cuando hablamos de experiencia no hablamos de calidad de atención o calidad de servicio, sino de satisfacción o emociones que sienten los clientes cuando tienen contacto o interacción con el banco. Entonces, es un trabajo distinto y un desafío importante”, comenta.
También otra de las ideas que lo atrae en este minuto es el concepto de valor compartido, el cual quiere replicar en el banco.
“Estamos atentos a los cuestionamientos en busca de un modelo más sustentable de mercado y, en esa línea, estamos empeñados en incorporar en la estrategia del banco el concepto de valor compartido y que sea parte del negocio que hacemos”, dice.
La excesiva regulación es otra de las cosas que preocupan al gerente general del BCI. “Muchas de las normativas y regulaciones que se están creando en Estados Unidos a raíz de la crisis subprime se están incorporando a la normativa chilena como una especie de copy-paste, sin considerar que la ley de bancos, la normativa y la situación financiera de los bancos y el grado de desarrollo de los consumidores aquí es distinto. Y creo que se está haciendo en forma apresurada, lo que no necesariamente va a resultar en mejoras para el consumidor y menos, para el sector bancario”, advierte.
También es un férreo defensor del rol de la banca y de la manera en que actúa. De hecho, frente a las críticas que han surgido debido a las altas tasas de interés que cobra el sistema, el ejecutivo defiende el rol de los bancos como captadores. “Las pérdidas de cartera son fatales para los depositantes. Y cuando uno ve lo que ocurre en Europa, donde se inician corridas bancarias, se da cuenta de que son muy importante la fe pública, la solvencia y la imagen de los bancos. Si en cualquier minuto acá se produjera algo parecido estaríamos en un problema muy grave: es un bien público que hay que cuidar; por lo tanto, creo que a eso no se le está dando la importancia que tiene”, agrega.
Pero también hace su mea culpa en la manera como los bancos han ido comunicando la cantidad de servicios que ofrecen. A su juicio, hay muchos servicios que la banca entrega de manera gratuita que la gente no valora y que no se han informado de manera correcta entre sus clientes. “Hemos cometido el error garrafal de no comunicar los avances y las facilidades que damos a nuestros consumidores y, peor aún, darlas gratis. Hemos acostumbrado a todos nuestros consumidores que la banca permanentemente les está dando servicios adicionales sin cobrar, y eso es ya parte del paisaje. Cuando le quitas el valor a las inversiones que estás haciendo porque no le asignas un precio, eso es un error”, comenta.
Las batallas
En sus casi 20 años como gerente general de BCI, a Olavarría le ha tocado enfrentar varias batallas, tanto como representante de la industria como al interior del mismo banco.
Una de las más importantes es la de la innovación. El eslogan “somos diferentes”, ha obligado al banco a plantear una estrategia de diferenciación con el resto de las entidades de la plaza. Por eso, fueron de los primeros en cambiar su imagen y los colores corporativos y transformaron sus sucursales con propuestas más coloridas e iluminadas.
Pero la diferenciación no ha sido siempre fácil. También han tenido sus complicaciones. Así sucedió, por ejemplo, con la crisis de los salmones: BCI se transformó en el principal acreedor de la industria cuando la golpeó el virus ISA.
“La industria del salmón existe en gran parte gracias a BCI. Inicialmente ningún banco estaba dispuesto a prestar dinero para eso. BCI sí lo hizo porque nosotros entendemos nuestro rol como banqueros a nivel nacional un poco distinto. Sabíamos que era una industria que tenía riesgos, pero somos pro emprendimiento, pro pyme. Inicialmente era un riesgo bastante acotado. Cuando el sector empezó a generar utilidades enormes y a tener una mayor importancia en la economía del país, muchos bancos entraron a este negocio. Pero cuando se produjo la aparición de este virus, estábamos en el primer lugar. Lo único que quizás deberíamos haber cuidado y haber sido más exigentes es en las medidas sanitarias, pero nosotros estaríamos dispuestos de nuevo a apoyar a un sector que ha hecho tanto por el país”, argumenta.
Otro de los capítulos que complicaron al banco el año pasado fue La Polar, empresa en la que también BCI tenía una alta exposición en créditos, al igual que Campanario, que terminó por quebrar.
“Nosotros hicimos mucho tiempo bonos securitizados de La Polar. Tomábamos las cuentas por cobrar de las tarjetas. Ellos nos pasaban esos tickets y nosotros les decíamos de toda esta masa queremos éstas que son las mejores. Todo eso lo hacíamos en base a la radiografía que nos enviaban, que era muy buena. Lo que pasó es que nos ocultaban información; la que nos entregaban decía que su cartera era muy buena. Todo el mundo sabe que esto fue un fraude nacional. Por eso es que nuestra exposición en La Polar era un poco más agresiva, porque teníamos información inside de que la cartera era buena, pero era información incompleta”, comenta.
-¿Y qué les pasó con Campanario?
- Era el mismo fondo...
-¿Ya no le prestan más plata a Southern Cross?
-No quiero opinar sobre eso.
-En el mercado se generaron ciertas alertas de porqué el BCI había sido justo el más afectado por La Polar y Campanario…
-Era el mismo fondo. Tan simple como eso...
-Pero se generó un ajuste de mirar con más ojo, de revisar otros casos.
-El caso La Polar fue un fraude, eso lo sabe todo el mundo y es difícil poder anticiparse a un fraude.
El futuro
2013 es un año especial para Lionel Olavarría. Cumplirá 20 años desde que asumió como gerente general de BCI y 32 desde que pisó por primera vez las oficinas del Banco de Crédito e Inversiones como asesor de Juan Yarur. Por eso, el hombre es todo un hito en la banca chilena. En estos años se ha consolidado como una de las voces más potentes de la banca nacional.
Y aunque hay rumores que apuestan a que la hora de su retiro está cerca –cumple 65 años en junio– todo indica que el gerente general del tercer banco privado de la plaza tiene cuerda para rato y que no está ni cerca de desocupar su oficina en el piso 17 del edificio corporativo de BCI en El Golf.
-Desde hace un tiempo se viene especulando que se retira de la gerencia general. ¿Hay alguna política de retiro dentro del banco?
-Tenemos Lionel Olavarría para rato en el BCI. Yo cumplo 65 años en junio. Efectivamente nosotros tenemos una edad de retiro que es a los 65 años, pero que no se aplica en mi caso.
-Entonces, ¿no tiene en la mira su retiro?
-No hemos conversado para nada el tema de salir del banco. Incluso en la última convención, cuando apareció este rumor, se dijo tenemos Lionel para muchos años más.
-¿Pero tiene un horizonte definido? ¿Dos o tres años?
-No, ni dos, ni tres tampoco. Disfruto mucho lo que hago.
-¿La familia no le cobra sentimientos?
- Mis hijos ya son grandes, la menor ya entró a la universidad. Y es al revés, me cuesta que me acompañen cuando vamos los fines de semana a alguna parte.
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