La presión global

Europa deberá actuar dejando a un lado el énfasis único en la austeridad. 

Lejos de estar inactivos, los líderes mundiales se han tomado en serio la crisis europea. Mientras la austeridad por sí sola continúa demostrando que no es la respuesta para los desafíos de la zona euro, los líderes mundiales han dado pasos firmes para evitar que esto siga agrandándose.

A la coordinación entre los principales bancos centrales del mundo anunciada antes de las elecciones griegas (en caso de que “algo saliera mal”), se unieron esta semana las señales entregadas por el G-20. 

Esto, incluso más allá del compromiso de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), de entregar más de US$60.000 millones al "cortafuegos" que arma el FMI para evitar situaciones de contagio.

Lo más relevante, en este contexto, fue la presión para que Europa actúe, un mensaje de los Mandatarios que lleva una crítica implícita a la forma en que se ha manejado el problema en los últimos meses.

Así, una Unión Europea, acostumbrada a lidiar con sus problemas en solitario, debió ceder, por escrito, a las exigencias de orden de sus pares desarrollados.

De este modo, se comprometieron en la declaración final a "tomar las medidas necesarias para salvaguardar la integridad y estabilidad de la zona, mejorar el funcionamiento de los mercados y romper la retroalimentación entre la deuda soberana y los bancos".

Pero las exigencias no se quedaron ahí. El G-20 le dejó importantes tareas para los próximos meses, como avanzar en la unión bancaria, abordar reformas estructurales que hagan más competitivos a los países deficitarios e invertir en creación de empleo y crecimiento.

Se trata de un golpe a la mesa que puede ser clave para potencialmente atenuar las turbulencias en los mercados. En este sentido, cabrá esperar hasta fin de mes, en la cumbre del 28 y 29 de junio en Bruselas, para corroborar si por fin los países son capaces de concretar estos cruciales pasos.

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