La mayoría de los inversionistas celebró la elección en abril del partido Fidesz de centro derecha con una infrecuente mayoría parlamentaria de dos tercios. Pensaron que Viktor Orbán, el voluble líder de Fidesz, usaría el mandato para instituir duras reformas.
Pero en la primera conferencia de prensa tras su victoria, Orbán dejó claro que quería la renuncia de Andras Simor, el respetado gobernador del banco central. Poco después, autoridades del partido presentaron controvertidos planes para convertir préstamos de consumo denominados en euros a florines, con una fría recepción de bancos e inversionistas.
Todo esto, ensombrecido por los imprudentes comentarios de dirigentes del partido que compararon a Hungría con Grecia y plantearon la posibilidad de que Hungría incumpliera sus deudas.
Las declaraciones causaron consternación en los mercados financieros, haciendo que el florín cayera a un mínimo de un año y elevando el costo de asegurar la deuda del país. El florín más débil fue una mala noticia para 1,5 millones de húngaros que tienen préstamos denominados en moneda extranjera, cuyos costos han subido de modo notable.
Analistas dijeron que las comparaciones con Grecia no tenían sentido: el año pasado la deuda pública de Hungría llegó a 78% del PIB y el déficit presupuestario de 4%, logrado a pesar de una notable contracción económica, estuvo muy por debajo del promedio de la UE.
Hungría también está protegido en parte de nuevas turbulencias financieras porque no ha retirado el total de la línea de crédito standby por US$ 24.000 millones acordada con el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea en octubre de 2008, cuando se secó el financiamiento externo.
Los analistas llegaron a una explicación doble para los exabruptos de Fidesz. Tras afirmar durante la campaña electoral que el déficit de 3,8% previsto por los socialistas para este año era irreal y escondía el verdadero estado de la economía, los dirigentes de Fidesz esperaban persuadir al FMI y la UE de aceptar una meta menos estricta. Pero la semana pasada en Bruselas, la UE dejó claro a Orbán que la consolidación fiscal húngara debía continuar. Para salvar las apariencias y convencer al público de la necesidad de más austeridad, los líderes de Fidesz comenzaron a hablar de la economía.
En una apresurada conferencia de prensa el sábado, Mihali Varga, jefe de gabinete de Orbán, comenzó la operación de retroceso insistiendo en que las comparaciones con Grecia eran "desafortunadas" y "exageradas". Sin admitir el vuelco, dijo que Hungría se apegaría a la meta de déficit acordada con el FMI y la UE.
Algunos dicen que Fidesz también falló en enfrentar la realidad económica. En la oposición, Orbán criticó repetidamente las medidas de austeridad del gobierno socialista, sin ofrecer una estrategia económica coherente propia.
Peter Oszko, ex ministro de Hacienda, dijo a Financial Times que Fidesz había "prometido producir un milagro . . . Ahora necesitan explicar por qué no pueden hacer ese milagro".
DiarioFinanciero.com
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