Tras años de enfrentamiento judicial desafiante, y para muchos observadores arrogante e ideológico, por parte del gobierno argentino, la lucha con los holdouts (los tenedores de bonos que no entraron en la restructuración de 2005 y 2010) parece estar llegando aun fin lamentable y con consecuencias imprevisibles. Hasta hace dos días, la Argentina, parecía haber evitado la catástrofe. La activa intervención del sector privado parecía que podía llevar finalmente a un acuerdo, en el marco de la sentencia judicial impartida por el juez Griesa, y avalada, en última instancia, por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. Sin embargo al cumplirse los plazos de gracia para la negociación, el gobierno argentino declaro que no podía, y de hecho no debía, cumplir con los requerimientos de la sentencia, y que terminaban las negociaciones. El Ministro de Economía hizo hincapié en que la Argentina no entraba en default pero el mediador lo contradijo. Hay default, más allá de las palabras.
Habrá que esperar algunos días para determinar si esta acción es un desafío final a los tribunales, o solamente una artimaña, a fin de permitir que los bancos privados compren los bonos en juicio, y que el gobierno aparezca como desligado de esta decisión. El juez Griesa ha llamado a una reunión para el día viernes. Por ello no puede darse todo por perdido en términos de esta situación auto infligida. De todos modos la Argentina está frente al abismo, como ya otros lo han dicho, y con explicaciones totalmente desligadas de la realidad por parte del gobierno. Habrá que esperar que se aclare la situación legal, incluyendo el comportamiento de otro acreedores para entender esta nueva crónica de una muerte anunciada (la anterior fue en 2001-02). De todos modos, las consecuencias serán costosísimas para los acreedores, pero mucho más para los argentinos.
Los costos económicos de entrar en “default” son previsibles, como lo mencionara hace pocas semanas. El gobierno argentino continuará sin financiamiento significativo; la inseguridad jurídica hará que el nivel de inversión continúe siendo bajo y caiga el crecimiento potencial del país; ya se escapó el tipo de cambio paralelo y las presiones a los precios se intensifican; pueden haber sanciones externas en organismos internacionales y ya hay llamados a excluir a Argentina del G-20; la actividad económica que ya estaba en caída, se debilitaría aún más. Por cierto que los más afectados serían los sectores pobres, a quienes el gobierno dice representar.
¿Más allá de este aspecto, cuales son las primeras lecciones que pueden inferirse de este drama que parece no acabar?
- Aunque muchos considerábamos que los giros gubernamentales reflejaban una táctica negociadora, la Presidente, el Ministro de Economía y su entorno parecen convencidos de su propio discurso.Esta es una gesta heroica en contra de las fuerzas del mal, una narrativa que se seguirá utilizando ara fines políticos, pero que rápidamente perderá credibilidad, fuera de los más acérrimos defensores del Cristinismo.
- Esta visión se mezcló en las últimas semanas con el temor, infundado a juicio de muchos, del impacto de la cláusula RUFO, que abriría para otros acreedores los términos otorgados a los holdouts, lo que paralizó al equipo en su plan, que de todos modos era tenue.
- Quien podría salvar temporalmente a la Argentina, es el sector privado nacional e internacional (léase grandes bancos) quien ha entendido el profundo riesgo impuesto por el “default”. Apoyados por los miembros pragmáticos del gobierno, y en especial el Banco Central, presentaron una solución práctica. Pero por sus acciones, el gobierno no parece querer cumplir con sus obligaciones en el contexto de este acuerdo, lo que lo hace irrealizable.
Muchos verán en el resultado de esta crisis una victoria del gobierno, al defender su soberanía. Como dijera la Diputada Elisa Carrió, se ha malvinizado la disputa. Se atribuirá la responsabilidad a los holdouts, por querer quebrar a la Argentina, cuando en realidad fue la errada política gubernamental de largo plazo, pero esencialmente después de la decisión de la Suprema Corte de los EEUU, la que llevó a esta situación. El default se sumará a la pobre gestión económica interna, especialmente si el Presidente del Banco Central, una voz pragmática en el seno del gobierno, abandona la nave, y los precios de las exportaciones siguen cayendo. Por ahora, el dogma ha vencido al buen juicio y el pragmatismo, y el peligro de la debacle se magnifica. Que tristeza ver nuevamente que una oportunidad se convierte en una crisis.
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