2016/04/04

Lech Walesa: “Los sindicalistas tienen que comportarse como bacterias decentes”

El líder sindical responsable de la derrota del comunismo soviético en Polonia y, probablemente, en el mundo, repasa sus aciertos y errores. Dice que la democracia está en crisis, que Obama lo desilusionó y que con Hillary Clinton “habrá estabilidad, lo que es demasiado poco para mí. Pero no veo a nadie que pueda hacer más”.
Por: María José Gutiérrez
Foto: Verónica Ortiz
Walesa
Fue en una peregrinación a Czestochowa, en agosto de 1990. Frente a las cámaras de todo el mundo, un grupo de peregrinos le puso un pin a Lech Walesa con la imagen de la Virgen Negra –símbolo nacional– para que el  líder de Solidaridad se ocupara de los problemas sociales de la gente.
Han pasado más de 25 años desde ese día. Y el pin sigue ahí. En el lado izquierdo de la chaqueta del electricista que se convirtió en premio Nobel de la Paz, presidente de Polonia y uno de los responsables de la caída del comunismo soviético.
Está, también, en su mano derecha el anillo de matrimonio que tantas veces se sacó antes de partir a alguna acción peligrosa –en los setenta como líder de las huelgas de Gdansk, y en los ochenta en la federación sindical Solidaridad– para que, en caso de morir, su mujer Danuta Golos lo vendiera junto a su reloj y pudiera alimentar a sus ocho hijos. El reloj ya no está. Alguna vez lo regaló a un pobre en la calle.
Desde adentro de la camisa saca un crucifijo. “Éste no se ve, pero lo he tenido siempre. No me gustan las manifestaciones, aunque a veces hay excepciones”, asegura en el piso 18 del hotel Sheraton de Santiago.
Walesa gesticula cuando habla. No quiere sacarse fotos. Pide una butaca para sentarse, un té –que no se toma– y una almohada para su espalda. Tiene 72 años, está más cansado, y dice que ya le queda poco en la Tierra porque lo están “llamando”. Y aunque ahora es blanco, tiene el mismo bigote que cuando era un sindicalista que soñaba con la libertad desde la cárcel polaca 33 años atrás.
“Eso lo hemos logrado”, dice. “Mi sueño era que íbamos a arreglar todos los nuevos problemas que iban a emerger”.
-Mirando para atrás, ¿hay algo de lo que se arrepienta?
-Nada. No hubiera podido hacer nada más exitoso que lo que hice. Claro que en detalles sí, podría haber dicho más a menudo “disculpe”, quizás mi corbata pudo haber sido mejor, pero en ninguna cosa mayor. En mis sueños, mi agenda está cumplida. Tal vez debí haber tenido sueños un poco más avanzados que a corto plazo.
-Con la caída del comunismo en Polonia llegaron el capitalismo y una mayor desigualdad. ¿Se siente en deuda con su país en ese sentido?
-La lucha que yo lideré introdujo cambios enormes. Políticos y económicos. No nos gustó el comunismo, tampoco nos gustó el capitalismo como tal. Pero hasta ahora no se ha encontrado una tercera vía. Entonces no es que llegó el capitalismo. Yo tuve que optar por él. Parece que cuando teníamos ese antagonismo entre los dos, el capitalismo estaba un poco disciplinado por el otro bloque. Ahora, sin esa competición, vemos que no es perfecto. Pero no exageremos demasiado. Me parece que un mejor nombre es economía de libre mercado y propiedad privada. Si hablamos de esos dos como pilares de la economía, es en esa área donde podemos discutir qué es lo que se debe reformar.
-¿Dónde cree que deben estar los límites del capitalismo ahora que no hay contrapeso?
-Hay varias ideas para mejorar la economía de libre mercado. Cuando hay grandes protestas, me invitan, y siempre hay dos demandas básicas. La gente dice que no quiere el capitalismo ni la democracia que tenemos. Eso tiene una pinta muy mala. Un horror. Pero si lo confrontamos de más cerca, no es tan malo, no debe darnos miedo. Las protestas nunca cuestionan la propiedad privada como regla, ni la economía de libre mercado. Eso quiere decir que no se oponen al 95% del sistema capitalista como tal. La gente propone que no se establezcan empresas tan grandes, sino muchas, más pequeñas. Esa gente que protesta dice que los gobiernos y la administración no saben dar empleo a la gente y establecen esa responsabilidad en los empresarios. Y piden también que los empleados de las empresas tengan participación en el capital de éstas. Y son las propuestas que me parece que se pueden introducir.
-Usted lideró una de las mayores huelgas en los astilleros de Gdansk en 1980. ¿Cree que los paros son una forma viable para exigir más derechos?
-Sigo pensando que está muy bien que los trabajadores tengan esa arma que puedan usar, pero no hay que abusar. Además, no se pueden comparar las huelgas que tuvimos en mi país con las que hay acá. Las huelgas que tuvimos eran en contra del sistema comunista soviético. Yo no pude acudir a otra manera de luchar contra ese sistema, porque era demasiado peligroso. Tuvimos como 200 mil tropas soviéticas en territorio polaco que nos controlaban y más de un millón de tropas en los países cercanos, armas nucleares por sitios diferentes en nuestro territorio y alrededores. Queríamos obtener la libertad, y bajo esas circunstancias ¿de qué otra manera se podría hacer? Lo que hicimos fue organizarnos muy bien y decir que no íbamos a trabajar más para el beneficio del sistema. Incluso, si nuestro antagonista nos derrumbaba con tanques. Si uno se pone de huelga no aumenta el pan que puede ganar con eso.
Entonces, en mi esencia, yo me opongo a huelgas como método, pero a veces no puedes acudir a otra forma. Siempre les decía a los sindicalistas que tenían que presionar a los empresarios lo más fuerte posible, pero que tienen que comportarse como bacterias decentes. Las bacterias nunca destruyen al organismo en el que viven, porque si lo hacen, se destruyen a sí mismas.
-¿Cual es el rol de los sindicatos hoy en día? ¿Su sentido es el mismo?
-Siempre. Pero me imagino que según las circunstancias deben tomar otra forma. Llevo 20 años luchando por una idea de sindicato a la manera de Walesa, y el modo es bastante simple: a cualquier nivel de organización, municipalidad, pueblo, o incluso federal, debemos solucionar los problemas en triángulos de lados iguales. Un lado formado por sindicatos y ONG; el segundo, los empresarios y dueños de producción; en el tercero, la administración. Los tres sectores se van a reunir en una mesa triangular y en un computador ingresarán un pendrive o CD con sus deseos o demandas. El computador tendrá la capacidad de calcular para cada parte y resolver el problema. Así se puede solucionar cualquier conflicto sin huelgas, sin pasiones. Y si queremos tener emociones, vamos al partido de fútbol a demostrarlas.
-Usted se ha reunido con Arturo Martínez de la CUT, cuya actual presidenta es del Partido Comunista. ¿Cómo ve al PC chileno?
-Decía antes que yo me oponía al comunismo soviético, no es el mismo comunismo. Este comunismo era opresor, tenía monopolio para todo. El comunismo de Chile no es opresor.

Un oso sin dientes

-¿Qué responsabilidad se atribuye en la caída del Muro de Berlín?
-Con la participación del Papa polaco, los polacos le quitaron los dientes al oso soviético. Cuando no tenía dientes y no podía morder a los demás, las otras naciones lograron su libertad porque ya no temían a ese oso. Usted debe entender en qué consistía la filosofía de Solidaridad. Si tienes un peso que quieres levantar y pesa demasiado, pides a otra gente que te ayude a levantarlo. Ese peso para nosotros era el comunismo soviético. Y el comunismo combatía contra la oposición con una estrategia bastante simple: no nos permitía organizarnos. Durante los 50 años, cada vez que queríamos unirnos nos desintegraban y nos hacían sentir ridículos al creer que éramos tan pocos, que no tendríamos ninguna chance de combatirles. De esta manera, desanimaron no sólo a los polacos, sino a todo el mundo diciendo que únicamente la guerra nuclear podía cambiar el statu quo. Pero cuando todo el mundo se sentía incapaz de cambiar la situación, los polacos recibimos un regalo del cielo, el Papa polaco. Cuando fue a Polonia, casi todos los polacos estaban presentes donde había misa del Papa y eso nos permitió ver que éramos una multitud. Y lo que se mostró es que Dios era más fuerte que los tanques. Sin el Papa, la revolución contra el comunismo habría ocurrido más tarde y con derrame de sangre, porque se veía claramente que el comunismo había agotado su potencial y que no era competitivo en libertad.
-Usted fue el primer presidente electo en democracia, entre 1990 y 1995. Sin embargo, terminó con muy baja aprobación su mandato y cuando intentó reelegirse en el año 2000 obtuvo sólo 1% de los votos. ¿Qué pasó?
-Fui elegido presidente porque había sido el líder de la lucha, era como natural que me eligieran. Pero la transición y las reformas que introdujimos eran tan pesadas, que nosotros pagamos el precio con nuestras carreras. Cuando quise ser reelecto, mi adversario decía: “Yo estoy mejor preparado que Walesa para hacer las cosas que necesita Polonia y voy a implementar el programa de Walesa, mejor que Walesa mismo”.
-¿Y fue así?
-Así decía él en la campaña presidencial. Y me parece que la gente popular piensa un poco distinto a los políticos. Decían “Walesa es un hombre bastante bueno, pero nosotros dependemos tanto de Rusia. Y Rusia no va a ayudar a Walesa, hay demasiado antagonismo. Su adversario, es decir, el ex comunista, a él sí lo van a ayudar porque estaban vinculados desde antes. De todas formas, Walesa pasará una vida buena”. Claro que no encontrará un análisis escrito, pero yo lo siento internamente y sé cómo pasó.
-En una entrevista aseguró que cometió el error de entregar la victoria a la burocracia. ¿Cómo pudo haber sido distinto?
-Todas las revoluciones cometían un error. La francesa, la bolchevique, lo que hicieron es que se apoderaron del poder, para ejercerlo. Muy frecuentemente, las revoluciones terminan en un sistema peor que el anterior. La mía lo hizo de otra manera, derrotó al adversario y dio esa victoria a la democracia y burocracia que siguen sus reglas. Claro que una revolución tiene que derrotar al mal gobierno, entregar el poder; sin embargo, los vencedores de la revolución tienen que seguir reuniéndose anualmente para juzgar cómo se desarrolla la situación y determinar si lo que está sucediendo es por lo que estaban luchando. Debimos haber hecho eso. Ahora el gobierno está haciendo todas las cosas que no queríamos, y además atribuyen que es mi culpa, de nuestro grupo, que logró la victoria contra el comunismo.
-¿Cuál fue su mayor logro como presidente?
-Yo fui presidente de Polonia sola y únicamente para dar un golpe final al comunismo. Era mi único objetivo. Porque la mesa redonda nos obligaba a tener sólo 35% de democracia y tuve que aceptar que el presidente de Polonia en aquella época fuera comunista. En ese punto no podía lograr más, debía aceptar el consenso que nos ofrecieron. Cuando me puse más fuerte, avancé más y tuve que devenir en presidente de Polonia.

Obama, Hillary y Sanders

-¿Qué le parecen las ofertas de supuestos socialistas actuales como Bernie Sanders, en Estados Unidos? ¿Le preocupa que los jóvenes olviden el legado negativo de los socialismos reales del siglo XX y todo lo que implicaron en términos de limitar las libertades?
-Ahora mismo el mundo está en una situación totalmente distinta que en el siglo XX, ya no pensamos en la perspectiva de un solo país. Y esta nueva situación reclama la redefinición de nuevos conceptos. La democracia está en crisis, la economía está en crisis, porque seguimos con las reglas antiguas. Por eso se despiertan demonios y la gente elige a individuos extraños. Tenemos que ponernos a trabajar lo más pronto posible en redefinir lo que quiere decir izquierda en la política de hoy, lo que quiere decir la derecha, cómo es la democracia en el mundo de hoy. En Francia, los que siguen a Le Pen, de la extrema derecha, van a vencer en las próximas elecciones. En Polonia también tenemos a demagogos populistas que se van a la extrema derecha, en otros países a la extrema izquierda.
-¿Y qué opina de Obama?
-Cuando Obama fue elegido era la gran esperanza y estoy un poco desilusionado de él, incluso rechacé la propuesta de encontrarme con él. Pero nos vimos en otro evento y él me explicó las cosas que había hecho, cómo habían ocurrido, y todo. Y entendí que era un hombre, como individuo, que vale mucho, pero que tenía que confrontarse con una situación muy difícil para implementar lo que quería y no pudo llevar a cabo todo lo que esperábamos. Las esperanzas eran bastante básicas, porque él es el líder de una superpotencia, y debiera haber promovido la reforma del mundo: la reforma de la ONU, de la Otan y muchas cosas más, y hacer al mundo participar en esas reformas necesarias. No imponer soluciones, sino proponer para que los demás participen, y no lo hizo. Parece que no hemos progresado en este sentido. Si Estados Unidos no lo quiere hacer, podemos hacerlo nosotros, los polacos.
-¿Cree que Hillary Clinton, que ha hecho carrera en el tema internacional como secretaria de Estado de Obama, podría lograrlo?
-Si lo logra hacer, es una buena gloria para ella, pero me imagino que no va a avanzar mucho. Habrá estabilidad, lo que es demasiado poco para mí. Pero no veo a nadie que pueda hacer más.
-Usted fue muy cercano al Papa Juan Pablo II, a quien se le critica que pudo haber hecho vista gorda a los abusos en la Iglesia. ¿Cuál es su visión al respecto?
-Estoy convencido de que el Espíritu Santo dirige a la Iglesia, y los tiempos del Papa polaco eran diferentes. Hace falta tener otros papas para limpiar la Iglesia. Hemos tenido demasiados maestros de religión, y a veces los maestros se equivocan. •••

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