2016/03/28

Juan Benavides: "Las expectativas empresariales siguen bajas; las de los consumidores, igual"

Crítico de las reformas del gobierno y del ánimo "intransigente" que, a su juicio, se ha instalado en el país, el presidente de Icare, Juan Benavides, dice que es el momento de "plantearnos el desafío de retomar el crecimiento". Este jueves encabezará el Foro Empresarial "¿Cómo viene el 2016?". En esta entrevista habla, también, de la operación Enersis.


Pamela Jimeno
Siempre los períodos eleccionarios son más convulsionados, pero también creo mucho en los liderazgos. Los liderazgos de la autoridad y de las señales que da son claves para ciertos procesos, y hoy, en que además estamos viendo muchas crisis en varios aspectos, aunque la institucionalidad está funcionando, confío en que tanto esta administración como los futuros candidatos muestren el liderazgo necesario para que se conduzca bien este proceso”, dice el empresario y presidente de Icare, Juan Benavides.
Ingeniero comercial de la Universidad Católica y presidente de AFP Habitat y de Glasstech, Benavides Feliú fue elegido presidente del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (Icare) el 21 de diciembre pasado, en reemplazo del economista Guillermo Tagle, quien ocupó el cargo entre 2014 y 2015.
De 58 años, Benavides ha sido gerente general de Anagra Internacional y gerente general corporativo de Falabella. El próximo jueves encabezará el Foro Empresarial “¿Cómo viene el 2016?”, que organiza Icare, y moderará el panel político en que participarán el ministro secretario general de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre, y los diputados Jaime Bellolio (UDI) y Giorgio Jackson (Revolución Democrática).
Crítico de las reformas del gobierno y de la manera en que éstas han sido abordadas, se declara, a la vez, optimista. Confía en que el gobierno pueda enviar señales a favor del crecimiento y destaca que una es el compromiso adoptado por la Presidenta Michelle Bachelet con una agenda más potente en favor de recuperar los niveles de productividad. “Hoy tenemos tasas de crecimiento del 2% o incluso menos, por debajo del promedio mundial, que está en torno a 3%. Pese a eso, el espíritu empresarial en Chile está latente y eso se ve con más fuerza en las nuevas generaciones, de manera que soy un optimista de que los potenciales de crecimiento los tenemos, la garra también, pero faltan señales para levantar las expectativas”, afirma.
UN AÑO COMPLICADO
¿Cómo está viendo este año? Llevamos menos de tres meses y el gobierno ya anunció un ajuste fiscal de US$ 540 millones, bajó de 2,7% a 2% la proyección de crecimiento y las reformas siguen su curso. ¿Se ve peor que el 2015?
Sin duda, es un año complicado y estamos en un escenario complicado. Las expectativas empresariales siguen bajas; las de los consumidores, igual. Hubo un inicio de año algo convulsionado también en la economía internacional, hay gran incertidumbre sobre China y todo eso genera un panorama bastante negativo. Sin embargo, creo que es momento de plantearnos el desafío de retomar el crecimiento, cómo hacerlo y para el sector empresarial clave son las señales. Y por eso valoramos mucho la señal del ministro de Hacienda (Rodrigo Valdés) de seriedad respecto de un activo-país tan relevante como son los equilibrios macro y la responsabilidad fiscal que hemos mantenido por largos años.
Hay sectores que advierten que el ajuste no es suficiente…
La señal que dio el ministro Valdés, no siendo un gran monto, sí es significativa en cuanto a decir ‘aquí los equilibrios fiscales son muy necesarios’, pero al mismo tiempo está claro que se requieren señales más potentes para levantar la economía, que se ha deteriorado significativamente. He insistido en varios foros y entrevistas que entre 1986 y 1997 Chile creció a tasas sobre 7%, con un precio del cobre por debajo de US$ 1,50, y que tras eso hubo un gran empuje empresarial y buenas políticas públicas que posibilitaron, además, indicadores de productividad del orden del promedio de 2% de aporte al crecimiento del PIB cada año.
Si en rigor no hay una recesión mundial o una crisis como la asiática o la subprime, ¿a qué atribuye la pérdida de crecimiento de la economía chilena, el estancamiento de la productividad?
Hay factores que explican esa pérdida y uno relevante es el impacto que ha tenido sobre el proceso de crecimiento general de Chile la menor actividad de la minería, que contribuyó muchísimo en los últimos años y ahora enfrenta una caída de productividad, costos altísimos y una baja en las inversiones. Pero también se han puesto por delante una gran cantidad de reformas muy polémicas y mal diseñadas, siendo la primera la tributaria, que terminó con una reforma a la reforma e incluso ahora se está diciendo que, tal vez, el año que viene sea necesario hacer otra. A eso se suma un cuestionamiento generalizado a muchos tipos de industrias y una fuerte incertidumbre que impide levantar los indicadores de expectativas empresariales y, obviamente, los que dicen relación con las inversiones que, al final del día, reflejan el potencial de crecimiento. Todo esto, además, nos encuentra con niveles de productividad muy bajos, negativos incluso.
Pero esta no es la primera vez que el empresariado enfrenta reformas. En 1990 hubo una tributaria, en medio de un proceso de transición política delicado. En el 2000, una reforma laboral que redujo la jornada y flexibilizó la norma para crear sindicatos. ¿Por qué ahora todo ha sido tan difícil?
Sí, esas reformas ocurrieron, pero se hizo bajo la lógica de los acuerdos y, en este caso, no ha sido así; más bien, ha sido en una situación de bastante tirantez. Es distinto cuando se hace una reforma con ciertos consensos a cuando hay bastante oposición a ella e intransigencia de quien la propone a escuchar ideas, atender a los efectos que tendrá.
¿Es decir que si el gobierno hubiera actuado bajo la lógica de los acuerdos desde el inicio, el deterioro se habría evitado?
Habría sido menos beligerante la discusión, buscando acuerdos, y  eso, por ejemplo, queda claro con la reforma laboral. En mi opinión, esa es una mala reforma, que puede afectar fuertemente las reglas sobre las cuales se relaciona el trabajador y la empresa en vez de colaborar a una relación de confianza mutua y de apoyo. Como está planteada puede terminar en mayor conflictividad y en un deterioro de las relaciones al interior de la empresa. Pero no es lo único: siendo una reforma tan relevante no se consideraron normas relativas a la productividad, capacitación, formación, incorporación de la mujer al trabajo, flexibilidad para los jóvenes, temas que llevan años en la agenda, significativos para el crecimiento y todo, además, cuando estamos hablando del Año de la Productividad. Una reforma tan importante que involucra a actores clave de la economía debió haber pasado por algún filtro independiente y técnico que evaluara sus efectos sobre la productividad.
REFORMA LABORAL
El guiño del gobierno al empresariado es la adaptabilidad laboral...
Es que eso no está claramente establecido en el proyecto y, además, no es suficiente. La reforma en su conjunto es insuficiente y se están incorporado cambios en la legislación que van a generar un conflicto permanente.
¿No le parece que si el gobierno no incluyó los temas que menciona ni la variable de productividad, lo que tampoco hicieron diputados y senadores, es porque es una reforma política y no una económica?
Esta reforma tiene, efectivamente, una carga política y un foco claro en fortalecer el sindicato como la única entidad, sin libertad de sindicalización. Yo soy partidario de la libertad y no entiendo por qué se quiere obligar a la gente a estar en un sindicato para negociar mejoras o cambios con sus empleadores, si hay gente a la que no le interesa el sindicato y, además, la evidencia muestra que los grupos negociadores sí funcionan. 
Quienes defienden la reforma advierten que los grupos negociadores restan poder a los sindicatos y que eso lo aprovechan las empresas. ¿Eso es así o no en una empresa?
Puede ser o no, depende del caso. Pero ¿se han preguntado por qué hay grupos de personas que negocian libremente y no tienen interés de estar sindicalizados para eso? ¿Se han preguntado qué va a pasar con la libertad de afiliación de esas personas? ¿Cómo se les va a explicar que no pueden decidir libremente un tema tan delicado como es la libertad de integrar o no una organización? Y, además, se nos dice que hay que fortalecer la huelga, sin posibilidad de reemplazos. Para quienes somos empresarios y hemos manejado por largos años compañías, enfrentar una huelga es un proceso tremendamente traumático para la administración, y tener que reemplazar un cargo, en particular, es muy complejo. Lo que viene es muy difícil.
¿Tanto como para cerrar empresas y castigar el empleo?
Esta reforma se plantea como que en las huelgas anteriores fue muy simple reemplazar a alguien y no es así, es muy complejo hacerlo. Las compañías no arman equipos de personas de la noche a la mañana y se van tranquilas de un lado a otro. No es así. A los equipos de personas se requiere capacitarlos, prepararlos, especializarlos, revisar sus horarios de trabajo, son largas horas de planificación, hay que generar equipos que, a su vez, formen o hagan trabajo en conjunto con otros equipos, etc.; son procesos que toman muchos años en una compañía. La reforma ignora cómo funciona una empresa, porque, hasta ahora, no conozco a nadie que le interese que sus trabajadores hagan una huelga.
¿Eliminar el reemplazo en huelga es la medida más dramática del proyecto del gobierno?
Una huelga ya es muy traumática y le apostaría que en toda empresa se inicia la negociación pensando en evitar un conflicto, buscando una solución antes. Llevar ahora todo eso más al extremo, con una ley que nos dice que en una huelga no puede haber posibilidad alguna de reemplazo, aunque se esté forzando a la empresa a una negociación que va más allá de sus capacidades y que puede hacerla perder competitividad, es un tremendo error, que la deja en una situación de incompetencia o fuera de mercado. Los estudios hechos en Chile de los últimos 20 a 25 años reflejan que los crecimientos salariales estuvieron sobre los del PIB y que hubo un traspaso de la productividad a las personas vía remuneraciones. Eso es algo tremendamente positivo y tiene que ver con procesos de capacitación, de diálogo.
Si la tasa de sindicalización es de apenas 14%, y apenas un tercio negocia colectivamente, ¿no cree que a los trabajadores pareciera no atraerles estar sindicalizados?
La reforma como está planteada y al haber extendido esto a los sindicatos interempresas fuerza a muchas compañías. No tengo problemas con los sindicatos, he trabajado por largos años en empresas con varios sindicatos y siempre hay un nivel de confianza, de conversación para mejoras de los aspectos que favorecen al personal, para tener remuneraciones lo más justas posibles y acordes a la productividad de la gente. Para mí no es un tema tabú, por el contrario, hay compañías que establecen buena relación con sus sindicatos, pero no a la fuerza. 
¿Lo propuesto para los sindicatos interempresas es un riesgo mayor? 
El escenario es más delicado, porque resulta que al final va a aparecer gente que no es de la compañía y que va a intentar forzarla y eso no es bueno. Pero hay gente a la que no le interesa estar en un sindicato y se les castiga. Esta es una reforma sindical y con un alto componente político. No es una reforma técnica.
El argumento tras el proyecto es que al interior de las empresas existe una asimetría en perjuicio de los trabajadores. ¿Existe ese desequilibrio o hay algo de mito en eso?
Mi percepción es que en los últimos 20 a 25 años se han dictado leyes que han fortalecido mucho a los trabajadores y que no era necesario llegar a una reforma de este tipo. Si lo que se buscaba eran cambios para mejorar los ingresos del trabajador debimos entrar a discutir derechamente mejoras en materia de productividad y mecanismos basados en mayor participación y colaboración.
¿Por qué así?
Porque la productividad chilena comparada con las de países de Europa, Asia, con Estados Unidos, tienen diferencias de 50%, 60% y hasta 70% y eso hace que un trabajador pueda acceder a un mayor ingreso. La sostenibilidad del incremento de los ingresos viene dada por la productividad y eso tiene que ver con capacitación, con tecnologías, con procesos de muy largo alcance. Aquí la discusión está mal enfocada. 
UNA RELACION FRAGIL
Habló de tirantez con el gobierno. ¿Cuál es la responsabilidad de su sector en eso?
El sector privado siempre ha estado dispuesto al diálogo, en todos los gobiernos. Nunca he visto una posición contraria a eso. Lo que ocurre es que el nivel de tensión se ha elevado, porque las reformas no han sido buenas y han sido muy complejas. La tributaria y la laboral son ejemplos irrefutables. No hubo, y hasta ahora no hay, una visión común en el gobierno en ambos temas. Tampoco se oyen las otras ideas y eso pasó mucho en la tributaria.
El gobierno dice que sí escuchó a todos los actores.
La verdad es que el diálogo no se daba, no se pudo conversar más y nos encontramos con bastante intransigencia y eso tensionó la relación. Cuando uno mira lo que resultó es obvio que sí hubo intransigencia de un lado para entender los malos efectos de la reforma que se estaba haciendo. 
¿Pero cuánta responsabilidad ha tenido su sector en esa tensión?
El sector privado en este tema y en todos estuvo y ha estado siempre dispuesto a conversar y colaborar y, a veces, no se nos ha permitido hacerlo. No esperamos ni creemos que nuestras propuestas sean las únicas, pero sí que hay que buscar consensos y que eso implica dejar a un lado la intransigencia. 
¿La intransigencia es permanente en esta administración?
No me atrevería a decir que es un estado permanente, porque hay una preocupación y conversaciones para abordar temas de productividad y de crecimiento. En ese sentido, es una muy buena señal que nos ha dado incluso la Presidenta Bachelet. Si la disposición existe, hay que aprovecharla y en eso estamos trabajando. Pero, efectivamente, hay intransigencia en algunos temas todavía.
¿Qué falta para que el empresariado reactive las inversiones?
Aquí lo importante es la señal de la autoridad económica, porque las expectativas cambian en la medida de qué tipo de señales se dan. En economía la variable expectativas juega un rol clave en los pasos posteriores, en la toma de decisiones. 
¿Y la foto actual le parece buena impresión?
En este minuto no hay un cambio significativo. Pero si la prioridad es el crecimiento, bueno, hay que salir dando las señales que se requieren.
¿Cuáles son esas señales?
Revisar la reforma laboral, entender la posición de la otra parte e incorporarla, revisar la tributaria y hacer una cosa menos compleja, facilitar el sistema, etc.
¿Qué posibilidad hay de obtener esas señales si el país está entrando en una etapa electoral con las municipales de octubre y la presidencial y parlamentaria hacia 2017?
Siempre los períodos eleccionarios son más convulsionados, pero también creo mucho en los liderazgos. Los liderazgos de la autoridad y de las señales que dan son clave para ciertos procesos. Por ejemplo, estamos viendo muchas crisis en varios aspectos y la institucionalidad está funcionando. Pero, al mismo tiempo, es esencial que los liderazgos acompañen esa institucionalidad para que se conduzca bien. Y hablo de los liderazgos de la autoridad vigente y también la de los posibles candidatos.
¿Es eso posible con el país entrando en una etapa preelectoral?
Soy un convencido de que los liderazgos hay que ejercerlos bien, que marcan la pauta.
CAMBIO CONSTITUCIONAL
¿Cuánto ha permeado el proceso constitucional al empresariado?
Depende de lo que salga, de lo que se haga; hoy no sabemos qué significará. Por lo mismo, en Icare tuvimos unos días atrás un primer foro para ir conduciendo la discusión hacia dónde debe enfocarse. Hoy la discusión, a lo mejor, tiene que ver con que lo que son beneficios sociales o fines sociales, en donde la subsidiariedad, la igualdad ante la ley, la libertad de emprender, son temas clave. Pero no hay claridad.
El gobierno ha dicho que el derecho de propiedad no está en discusión. ¿Confía en que será así?
Lo relevante de una Constitución, además del ordenamiento jurídico que brinda, es que contribuya al bienestar del país, de todos los ciudadanos, y eso pasa, finalmente, por lograr un crecimiento en el tiempo, y para eso debe haber un orden establecido. Yo nunca he conocido que en el caos haya bienestar.
¿Confía en el resultado de los cabildos?
Es muy significativo en este proceso la forma cómo se conduzca y que no sea capturado por grupos activistas. Por eso también es importante no sólo entregar a los cabildos la única opción, sino también abrir todos los espacios y en Icare vamos a abrir todos los que se requieran. 
¿El tema constitucional afecta las proyecciones de largo plazo de las empresas?
Depende de lo que se esté discutiendo, pero por supuesto que puede tener un impacto. Por eso es muy significativo que quienes han estado empujando o propiciando el proceso sean muy activos en decir qué están pensando, porque efectivamente puede ser un factor de mucha incertidumbre o bien se puede ir encauzando la discusión en los aspectos que realmente creemos que hay que enfocar.
MALAS PRACTICAS
¿Los casos de malas prácticas empresariales le han restado valoración al empresariado chileno, le ha restado fuerza a su opinión?
Como a todas las instituciones. En los últimos años, en Chile y a nivel mundial ha habido un proceso de empoderamiento de las personas, ya nadie tiene una cuota de poder tan superior, y eso ha traído un destape de todo tipo de instituciones. La institucionalidad completa está hoy cuestionada, pero también hay que mirar las cosas como una oportunidad para mejorar. 
¿Cómo puede mejorar su sector?
En las empresas por los casos de financiamiento, de colusión, de aprovechamiento en el mercado de capitales, etc., lo único que pueden hacer es mejorar su gobierno corporativo y en Icare nos hemos planteado ese desafío este año. Aquí hay que poner en el centro a las personas y mejorar las prácticas.
¿Eso qué significa?
Que hay que detectar muy bien cuáles son todos sus puntos de contacto, clientes, trabajadores, colaboradores, proveedores, la comunidad, la autoridad. El gobierno corporativo de las compañías debe revisar a fondo las políticas, los reglamentos, las normas con las cuales se está trabajando, porque todo lo que hemos visto son fallas de gobierno corporativo, aunque ninguno es infalible. Pero quiero aclarar que lo de Chile no es un caso aislado, pasa en todo el mundo y tampoco podemos llegar a esa frase que dice que, al final del día, ‘se prohíbe pensar mal’.
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