Pese a la grandilocuencia del nuevo planteamiento, expertos advierten que estrategia llega demasiado tarde y con falta de concreción.
Por Isabel Ramos Jeldres
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, redefinió su agenda para Medio Oriente, a tres semanas de la muerte del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, y en medio de las crecientes protestas sociales en varios países de África del Norte. Sin embargo, los expertos aseguran que las señales no adelantan una estrategia concreta, y critican la falta de referencia a países aliados de EEUU que también tienen gobiernos autocráticos, como Arabia Saudita.
En su discurso, Obama entregó guiños tanto a Israel como a la Autoridad Palestina, pero fue un paso más allá al apoyar la demanda palestina de volver a establecer los límites que existían hasta la guerra de 1967, cuando Israel comenzó la ocupación en Cisjordania, la Franja de Gaza y el este de Jerusalén.
Uno de los primeros en reaccionar fue el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. En el encuentro que sostuvo con Obama en Washington el viernes, dijo que esta demanda dejaría a su país “indefendible”. “La paz basada en ilusiones chocará eventualmente en las rocas de la realidad del Medio Oriente”, advirtió. El gobernante insistió en que Israel está dispuesto a hacer concesiones, pero clarificó que existen diferencias con EEUU sobre cómo avanzar en las negociaciones de paz.
Luego de la reunión, Obama reiteró lo que había delineado en su discurso. La meta “debe ser un Estado israelí seguro, pero una seguridad continua con un Estado palestino completamente efectivo y en funcionamiento”, afirmó. Quedó la duda, sin embargo, de cuánto puede realmente demandar EEUU de uno de sus aliados más cercanos.
Primavera árabe
Las condiciones en que se realizó este discurso son muy distintas a lo que ocurría en 2009, cuando Obama usó como tribuna la Universidad del Cairo para dirigirse al mundo musulmán. En ese entonces, comprometió su apoyo a la democracia, pero asumiendo que la apertura llegaría como resultado de la presión externa.
Dos años después, multitudinarias protestas que nacieron de las propias poblaciones locales lograron remover del poder a las autocracias de Túnez y Egipto, y siguen luchando para lograr un cambio en Yemen, Bahrein, Siria y Libia. La tardanza en la alusión a la situación en Medio Oriente refleja la poca claridad con que EEUU ha enfrentado las revueltas. El fracaso de Obama en terminar con la ocupación israelita en la Franja de Gaza ha quebrado las esperanzas que los musulmanes colocaron en él hace dos años.
El analista del Centro Al Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos del Cairo, Emad Grad, explicó a Reuters que los activistas tienen una visión negativa de Obama debido a que “Washington se mostró en contra de la revolución en Egipto y apoyó a Mubarak hasta sus últimos días en el cargo” para garantizar la seguridad de Israel.
En su discurso, Obama se refirió a Bahrein, diciendo que era esencial dialogar sobre la reforma política, pero que eso no podía ocurrir cuando una gran parte de la oposición pacífica está en la cárcel. Sin embargo, no mencionó el rol crítico que jugó Arabia Saudita al enviar tropas al vecino país y ayudar al gobierno a contener las revueltas. Además, afirmó que Irán ha sido en parte responsable por los desórdenes en Bahrein, tal como argumentan las autoridades saudíes.
Con ello, hizo un guiño a Arabia Saudita, una monarquía absoluta que ha sido un pilar de la política estadounidense en la región.
Otro de los flancos que quedaron abiertos fue la situación en Afganistán, ya que tras la muerte de Osama Bin Laden queda la pregunta de si se acelerará el proceso para el retiro de las tropas estadounidenses.
Como concluye la Economist Intelligence Unit, el planteamiento de Obama apuntaba a equilibrar las demandas de libertad y democracia en el mundo musulmán, con los intereses de aliados como Israel y Arabia Saudita. Como tal, el discurso no ofendió demasiado a nadie, pero tampoco agradó a la mayoría de la audiencia.
www.df.cl
No hay comentarios.:
Publicar un comentario